Santa María de la Vida Interior
Santísima Virgen María, hoy vengo a admirar la riqueza de tu vida interior y a pedirte que me introduzcas en tu Corazón, para aprender a vivir yo también una rica vida interior. Tú eres la silenciosa, la oscura, la silenciada, el gran silencio del Evangelio; tu propio Hijo Jesús, que poco habla de ti y con qué sobriedad.
También nosotros somos “morada de Dios por el Espíritu”. Ayúdanos a tomar consciencia de esta realidad maravillosa. La inhabilitación de la Santísima Trinidad en nosotros exige de nosotros una atención, un recogimiento para la atención. El más elemental comportamiento de educación lleva consigo que prestemos atención al “Dulce Huésped del alma”. De un modo o de otro, Dios está en cada persona; “en el vivimos, nos movemos y existimos”. Es necesario prestarle atención.
Nos dispersamos muy fácilmente y de muchas maneras y en cosas muy diversas: hay tendencias fuertes a la desatención y a la distracción; nos cuesta concentrarnos y pensar; estamos inmersos en una cultura icónica, nos envuelve un mundo de propaganda que nos saca fuera, nos seduce y nos cautiva, por lo que nos impresiona, más que por lo que nos hace pensar.
Necesitamos hacer algún esfuerzo para “recogernos”, para concentrarnos, para retirarnos al interior y conversar con el “dulce Huésped”. Ayúdanos, Santa María de la vida interior.
Persona “recogida” no puede confundirse con persona “espiritualista”, separada de la gente, desentendida de los problemas y huidiza de compromisos con la vida. La persona que sabe guardar el recogimiento espiritual es perfectamente “abierta” y comprometida con la gente. El que vive del Espíritu no huye de las cosas ni de las personas, no está separado ni disperso. Ni secularizados, ni inhibidos, abiertos y espirituales.
El recogimiento espiritual al que nos invita el Espíritu del Señor, que mora en nosotros, es concentración: es recogimiento de todas las fuerzas de la persona, para proyectarlas sobre objetivos importantes evitando así la dispersión de fuerzas, la pérdida de energías en vanidades y para “no correr en falso”.
Este es el problema de muchos, Virgen de la vida interior; este es el problema de muchos de nosotros: la dispersión, el relajamiento, las filtraciones, de los afectos, de los pensamientos, en cosas que no valen la pena. Cuánta tontería, cuánta vanidad, cuánta vaciedad, cuánto tiempo perdido, por no cultivar la vida interior.
No podemos atender al “dulce Huésped” si estamos siempre fuera de casa. En el “torbellino” no está el Señor. Necesitamos recogimiento. Y, no hay recogimiento sin vigilancia. Hemos de ser realistas, si no tenemos cuidado caeremos; si no vigilamos, nos sorprenderán; si no somos prudentes nos engañarán. Hay “alguien” que está interesado en hacernos caer. “Castillo apercibido, no es sorprendido”. Hemos de vigilar sobre nosotros mismos. Y esta vigilancia no se refiere solo a los sentidos y a los atractivos de la “carne”, sino también a las ideas y sentimientos.
No seamos ingenuos. Hay cosas que hacen daño, siempre hacen daño, independientemente de nuestra voluntad y de nuestra buena formación.
Hemos nacido para cosas más grandes que para ser esclavos de nuestras pasiones. El Espíritu del Seno se ha enseñoreado de nosotros y, por tanto, “ya no nos pertenecemos”. Que sepamos manifestar este señorío en los comportamientos externos y en los modales.
Tú, Santa María de la vida interior, conservabas todas las cosas en tu Corazón. La devoción del pueblo te ha envuelto en mantos ricamente bordados, para manifestar, de alguna manera, al exterior las riquezas inmensas que sabían se ocultaban en el fondo de tu Corazón. ‘Toda espléndida, la hija del rey, va adentro, con vestidos de oro recamados’.
En tu Corazón no hay otra imagen que la de Jesús. Ayúdanos a vivir también nosotros una vida en Cristo, toda nuestra vida en Cristo. Todo el Evangelio en toda la vida.
Santa María de la vida interior, ayúdame a guardar, como tú, en mi corazón todas las cosas de mi Jesús; ayúdame a superar las tentaciones de disipación y el activismo de una vida derramada enteramente hacia afuera. Yo sé que la eficacia de un móvil no depende solo de su fuerza, sino de las fuerzas de otros móviles antagónicos; por tanto, si dejamos crecer móviles desordenados, ponemos serios peligros y obstáculos a la perfección. No es igual caminar en tiempo de calma, que caminar con viento huracanado. Hoy son muchos los obstáculos que se oponen a la vida interior, ayúdame, Virgen María, que tan celosamente guardabas en tu interior.
Santa María de la vida interior, éntranos contigo a la intimidad con Dios y ayúdanos a vencer las tentaciones de fuga y dispersión.
Santa María de la Vida Interior, ruega por nosotros.
(Citas extraídas del mencionado libro “Sub tuum praesidium Sancta Maria, Mater Ecclesiae” en las páginas 415 a 419 , Editorial EDICE, Madrid 2016).
La Asociación Misericordia dio inicio en octubre pasado a una sección nueva. Se trata de transmitir regularmente unos preciosos pensamientos sobre la Santísima Virgen María de autoría del Obispo emérito de San Cristóbal de La Laguna, Canarias, Mons. Damián Iguacén Borau.
Este ilustre Prelado, fue el Obispo más anciano del mundo hasta su fallecimiento el 24 de noviembre.
Cuando Mons. Damián Iguacén cumplió cien años, la Conferencia Episcopal Española publicó un libro denominado “Sub tuum praesidium Sancta Maria, Mater Ecclesiae” que reúne una serie de escritos de D. Damián sobre la Virgen María, dedicados a las más variadas advocaciones y títulos de la Virgen por él ideados.
Por considerarlas de mucha utilidad para nuestros lectores, publicaremos regularmente citas de esos escritos de Mons. Iguacén en el libro editado por la CEE en la Editorial EDICE, Madrid 2016.