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San José es una figura sencilla y humilde, silenciosa y pobre en apariencia, pero Dios le ha encomendado una misión única y maravillosa. Este hombre del silencio es un hombre aparte, aun en medio de los bienaventurados.

Era de la estirpe real, de familia de David. Dios le muestra un amor preferencial, y él responde sereno, fiel y agradecido.

José, varón justo, era un verdadero israelita en el que no había engaño. Era también un apuesto doncel, no un anciano con barbas. Por verosímil se ha de tener –comenta Bernardo de Bastos-, que cuando se desposó con la Virgen era un apuesto adulto, cual convenía a una esposa joven y bellísima.

José va conociendo que María es la obra maestra de Dios, reúne todas las maravillas de la creación, la hija de las complacencias del Padre, el paraíso del Espirito Santo, la Madre del Verbo hecho carne. Y él es el esposo de María, esposo  virgen como ella, con derecho a una santa e inefable ternura, que era para él una gloria celeste. Pero esta dignidad José la acepta y ejerce desde la discreción y el silencio.

Con ser esto mucho, la gloria del humilde José es todavía más alta. Además de esposo de María, y por serlo, José es Padre legal de Jesús. No es su padre biológico, pero es padre real y verdadero, pues la biología no es la única realidad. Por ejemplo, la ley del levirato ordenaba que, si un hombre moría sin descendencia, su hermano se casase con la viuda, y el primer hijo seria legalmente hijo del difunto con todas las consecuencias.

José es, pues, padre verdadero de Jesús… Una paloma, con un dátil en el pico, sobrevolaba un huerto. Dejó caer el dátil. Arraigó en aquella buena tierra, creció y se convirtió  en una hermosa palmera. El hortelano no había sembrado la palmera, pero ha crecido en su huerto, y por tanto le pertenece. Cuando crezca la palmera, la admirarán las gentes y bendecirán la buena tierra. Nadie quizá se acordara del hortelano que la cuidó con amor. San Francisco de Sales explica la analogía similar. El hortelano es San José. El huerto es María su esposa. La paloma es el Espirito Santo. La palmera es Jesús, palmera que pertenece a José, esposo de María y dueño del huerto.

Un momento difícil y clave en la vida de José fue el descubrir la maternidad de María. Son las llamadas dudas de José. Según el P. Pozo y otros autores de prestigio, María habría comunicado a José su nueva situación milagrosa, debida a la acción del Espirito Santo. Entonces José no duda de María ni de lo que ella le comunica, sino que está perplejo ante el misterio y no sabe qué actitud tomar. Lo mejor sería marcharse en secreto, pues ¿cómo hacerse pasar por padre de un niño venido de Dios?

Entonces interviene el Ángel. LE dice que no debe marcharse, le confirma el misterio ya desvelado por María, y le da a conocer su misión con respecto al Mesías.
Le pondrá por nombre Jesús, lo que equivale a decirle que será su padre jurídico, y así Jesús será jurídicamente hijo de David.

José cumplió fielmente su misión como esposo de María y padre de Jesús. Ya no tiene vida propia ni propia voluntad. Fue digno de custodiar los más ricos tesoros del cielo y de la tierra. Hoy sigue protegiendo a la Iglesia como Patrono Universal. Entre sus más grandes devotos se cuentan Santa Teresa y el Beato Manuel Domingo y Sol.

José feliz entre todos los hombres, murió en brazos de la Madre de Dios, y Dios mismo cerró sus ojos. Es patrono de la buena muerte.  José, cuando la agonía de la muerte me llegare, tu patrocinio me ampare y el de tu esposa María.