Santa María de los otros
Señor iba por la calle y, al cruzarme con una de tantas personas que también iban, me pareció oírle decir: “¿qué soy yo para ti?”. Creí que eras tú el que me hablaba, y me repetía lo del Evangelio: “Vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Miré, no te vi, tampoco conocí a la persona. Pregunté a otros y cada uno me dio su opinión y un juicio sobre ella, bien diferente y contradictorio, por cierto.
Santa María, Madre del mundo, madre de todos, a veces te queremos monopolizar únicamente como “nuestra”: Señora “mía”, Señora “nuestra”, dando a “mío” y “nuestro” un significado exclusivista. Solemos hablar de “nosotros” y “los otros”, como de dos mundos diferentes, distantes, separados y opuestos. Cuántas veces nada tiene que ver lo ‘nuestro’ con los otros. ¿Quiénes son los “otros” para mí?
Qué ilusión me hace llamarte “Santa María de los otros», para que me enseñes a descubrir que hay “otros” no inferiores en privilegios y derechos a “nosotros”, que cada uno tiene su propia e intransferible personalidad, hijos tuyos, hermanos nuestros.
Cuando los que pasan a mi lado cada día me formulan la pregunta “¿quién soy yo para ti?”, que yo responda, sin equívocos, con mi comportamiento, que los otros son otros; cada uno, un ser humano inédito, irrepetible, digo de atención, respeto y en amor en sí mismo y por sí mismo, no incluido en nadie, ni confundido con nadie, digno de aprecio en sí; a cada uno lo hiciste “un poco inferior a los ángeles, le coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies”.
Santa María de los otros, no podré llamarte “mía” si yo excluyo al “otro”, porque tú eres Madre de “nos-otros”. ‘Somos todos de consumo, y en la piña que formamos yo soy nos-otros, nos-uno. “¿Qué diría Dios si llegásemos a él los unos sin los otros?”.
Ese que camina con tanta prisa; esa persona enlutada; esa que mira atentamente al escaparate; esa otra que está pendiente del reloj; ese niño que juega despreocupado; ese anciano que no sabe adónde ir ni que hacer; ese que ríe a carcajadas; aquel que llora amargamente, y ese otro, y ese otro… ¿qué son para mí? Cada persona, aunque desconocida, tiene su vida, su oficio, sus alegrías, sus ilusiones, sus penas, su pasado, sus esperanzas, su dignidad, su mundo. Y tú Señor, estás en cada uno. Te identificas con cada uno. Das por hecho a ti lo que hacemos a cada uno. Pero, ¿qué son para mi?
Cuánta gente buenísima, que hacen buenos trabajos y excelentes servicios, de quienes se abusa, de los que nunca se habla, cuya existencia pasa desapercibida, ignorada. Cuántos idearon muchas cosas y las hicieron, pero otros se aprovecharon y se llevaron el mérito. Ellos sembraron con lágrimas, y otros recogen sin cansancio ni fatiga alguna. Ellos aguantaron en la oscuridad del cimiento la obra bien hecha, y otros con muy poco trabajo reciben la alabanza y el premio. ¿Qué son para mí?
Santa María de los otros, ayúdame a entender que somos distintos. Pero no para enfrentarnos unos a otros, sino para complementarnos, para enriquecernos unos a otros, para buscarnos, para sentirnos solidarios, para entrar en comunión.
Santa María de los otros, ayúdame a entender que somos distintos, que Dios nos quiere distintos. Pero no para enfrentarnos unos a otros, sino para complementarnos para enriquecernos unos a otros, para buscarnos, para sentirnos solidarios, para entrar en comunión. No podré entrar en comunión si no tengo una apertura completa hacia todos, si no miro a todos con los ojos de Dios, si no les amo con el corazón de Dios. Quiero ser solidario y corresponsable de la suerte de todos, también, y sobre todo, de esos que llamamos “otros”.
Pero ninguno de esos seres anónimos es anónimo para ti, Señor. De todos eres Madre, Santa María de todos, Santa María de todos. Santa María de los otros.
Que siempre vea en el “otro” a tu Hijo, pues sé que está ahí.
Santa María de los otros, ruega por nosotros
Citas extraídas del mencionado libro “Sub tuum praesidium Sancta Maria, Mater Ecclesiae” en las páginas 304 a 308, Editorial EDICE, Madrid 2016).
La Asociación Misericordia dio inicio en octubre pasado a una sección nueva. Se trata de transmitir regularmente unos preciosos pensamientos sobre la Santísima Virgen María de autoría del Obispo emérito de San Cristóbal de La Laguna, Canarias, Mons. Damián Iguacén Borau.
Este ilustre Prelado, fue el Obispo más anciano del mundo hasta su fallecimiento el 24 de noviembre.
Cuando Mons. Damián Iguacén cumplió cien años, la Conferencia Episcopal Española publicó un libro denominado “Sub tuum praesidium Sancta Maria, Mater Ecclesiae” que reúne una serie de escritos de D. Damián sobre la Virgen María, dedicados a las más variadas advocaciones y títulos de la Virgen por él ideados.
Por considerarlas de mucha utilidad para nuestros lectores, publicaremos regularmente citas de esos escritos de Mons. Iguacén en el libro editado por la CEE en la Editorial EDICE, Madrid 2016.