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Santa María de la urgencia

 

 Santa María, Madre de Dios, un día te pusiste en camino y fuiste presurosa a la montaña. Déjame llamarte Santa María de la urgencia. Vengo a pedir ese espíritu que a ti te puso en camino.

 Haznos entender que el cristiano no puede ser un tranquilo, ni un conformista. Hemos de estar en tensión. Algo nos tiene que devorar por dentro, algo nos tiene que quemar por dentro. Una urgencia nos tiene que mantener alerta. ‘El amor de Cristo nos urge’, nos apremia. ‘El celo de la casa de Dios’ nos tiene que devorar. Santa María de la urgencia, pon en nosotros unas grandes prisas por ‘llevar a Cristo a los hermanos y proclamar la grandeza de Dios con nuestras alabanzas y con la santidad de nuestras costumbres’.

 Un gran celo por la gloria de Dios, por dar a conocer los designios maravillosos de Dios que quiere la salvación de todos en Cristo, debe devorarnos por dentro, urgirnos y empujarnos al compromiso apostólico.

 Santa María de la urgencia, pon en nosotros ese mismo celo que a ti te devora.

 Hoy se habla poco de la gloria de Dios, parece triunfalismo trasnochado o fanatismo proselitista. Celo es caridad pastoral. Celo es el sentido activo del amor. Celo es llama de amor viva. Cuando el fuego es muy intenso se hace llama. Cuando el amor de Dios y de los prójimos es muy intenso, se traduce en celo. Es la llama del fuego que Cristo trajo a la tierra y él mismo quiere que arda. Ese fuego prendió en tu Corazón, santa Virgen María y se convirtió en llama de amor vivo, intensísimo, en celo por la gloria de Dios, y dijiste: ‘Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador”.

Es urgente que despertemos el celo por la gloria de Dios en estos tiempos de apatía y enfriamiento en el amor.

Hay una ‘pedagogía del celo’. Ayúdame a recorrer la ‘pedagogía del celo’ en sus distintos estadios, Santa María de la urgencia.

Hay que despertar la esperanza. Existe el mal que Dios no quiere. Pero, el mal puede remediarse, puede ser vencido, debe ser vencido. Hay que esperar la esperanza de remediar el mal.

Nada hay imposible para Dios. El que parte de la base que nada se puede hacer, se inhabilita ya inicialmente para todo. El que parte del principio de que una cosa es imposible, está ya derrotado. Siempre faltará coraje y fuerza al que habla de cosas difíciles e imposibles. ‘Todo lo puedo en aquél que me da fuerza’. Santa María de la urgencia, ayúdanos a no dar las cosas por imposibles; que no nos acostumbremos a convivir con situaciones de pecado, de injusticia, de inmoralidad, creyendo que aquello no tiene solución, aceptando como normal lo que el Señor no quiere. No queremos convivir pacíficamente con situaciones de pecado.

 Tampoco quiero ser un iluso. No caigamos en la utopía de creer que todo se puede resolver y todo se puede solucionar aquí en la tierra. Pero evitemos el extremo opuesto de dar por perdido el bien sobre la tierra y esperar que todo se arregle en la vida eterna. La vida temporal nunca será el Paraíso, pero no podemos dejar de luchar contra los elementos perturbadores, el mal y sus causas; no podemos rendirnos ante las causas concretas del mal. Quizás no seamos capaces de conseguir el bien absoluto, pero no podemos ser cómplices conscientes del mal. La inhibición ante el mal que hay sobre la tierra no es postura cristiana, no se puede nunca justificar. Quizás no podamos o no sepamos encontrar la solución total y perfecta, pero siempre cabe un mejoramiento de toda situación problemática.

No seamos lentos en aplicar los remedios a los males. No seamos remisos en llevar a cabo los propósitos formulados. Pongamos en marcha cuanto antes los planes aprobados. La lentitud en aplicar los remedios es un modo de injusticia. La salvación a veces depende de unos minutos, que no se pueden perder.

 Unas son las prisas nerviosas de los inútiles y otras las prisas de los apóstoles. Una es la calma del perezoso y otra la calma del que espera en el Señor.

 Santa María de la urgencia, ruega por nosotros, para que no seamos tranquilos ni conformistas, sino activos, ardientes y constantes apóstoles de tu Hijo que tiene prisa de recoger la mies y llama a todos y a cualquier hora.

Santa María de la urgencia, ruega por nosotros.

  

(Citas extraídas del mencionado libro Sub tuum praesidium Sancta Maria, Mater Ecclesiae en las páginas 403 a 407, Editorial EDICE, Madrid 2016).

La Asociación Misericordia dio inicio en octubre pasado a una sección nueva. Se trata de transmitir regularmente unos preciosos pensamientos sobre la Santísima Virgen María de autoría del Obispo emérito de San Cristóbal de La Laguna, Canarias, Mons. Damián Iguacén Borau.
Este ilustre Prelado, fue el Obispo más anciano del mundo hasta su fallecimiento el 24 de noviembre.
Cuando Mons. Damián Iguacén cumplió cien años, la Conferencia Episcopal Española publicó un libro denominado “Sub tuum praesidium Sancta Maria, Mater Ecclesiae” que reúne una serie de escritos de D. Damián sobre la Virgen María, dedicados a las más variadas advocaciones y títulos de la Virgen por él ideados.
Por considerarlas de mucha utilidad para nuestros lectores, publicaremos regularmente citas de esos escritos de Mons. Iguacén en el libro editado por la CEE en la Editorial EDICE, Madrid 2016.